lunes, 1 de julio de 2013

Sentimientos no confesos...

Suele suceder que cuando estamos enamorados de una persona tememos decirle nuestros sentimientos por distintas razones, suele ser por temor a que esta persona ya este enamorada de otra, miedo al rechazo, miedo a que nos rompan el corazón de la forma mas vil diciéndonos que nadie se fijaría en alguien como nosotros, miedo a nuevas situaciones desconocidas, miedo a encontrar algo que nos guste y que después difícilmente podamos dejar ir. Todas teniendo un factor en común, el MIEDO, que nos paraliza y no nos permite hacer nada mas que callar, estar en silencio mientras nos embelesamos al mirar a aquella persona que nos roba nuestra atención en medio del montón, no decir nada mientras nuestro corazón se nos parte al ver que esta persona ya tiene a alguien mas en su corazón a quien difícilmente se podría reemplazar con nuestra humilde presencia.

Así que nos toca esperar pacientemente a que nuestro cerebro se arme de valor y decida apoyar la decisión del corazón de ir en busca de aquella persona que amamos y poder dejar el orgullo propio a un lado y decirle lo que sentimos en realidad. Pero esto no pasa de inmediato, pueden pasar 10 años y nuestro cerebro seguiría rehusándose a dejar que el corazón, por primera vez hiciera lo que quisiese, movernos hacia una zona del juego en el que no sabemos absolutamente nada y solo nos queda andar a oscuras, esperando no tropezar, esperando encontrar la luz al final de la puerta.


Uno espera por tanto tiempo confesar un sentimiento que cuando al fin lo hace, el corazón queda vacío. Aunque esto al final sea un engaño del cerebro, los problemas del corazón no son como los ejercicios de matemáticas que se tienen sin resolver.


Pero qué pasa si nunca decimos lo que sentimos..? Qué sucedería si nunca nos animamos a sentir..? O qué pasaría si cuando finalmente decides confesar tus sentimientos a tu persona especial, esta ya esta con otras cosas o en el peor de los escenarios, esté muerta o ya viviendo en otro país..?


Nos tocaría representar uno de los papeles más tristes de la historia, el del viejo amargado que se sienta en la sala con su copa de vino en mano mientras critica a los jóvenes de entonces. Ser ese personaje que cuando se le pregunta algo por su experiencia de viejo, salga y responda: Yo también tuve un gran amor. También me enamore alguna vez, pero nunca pude decírselo. Nunca... Se imaginan una vida tan solitaria..? Sin emociones fuertes..? Una existencia tan triste y tal vez sin sentido..?


Ante la apatía que genera la indecisión, los miedos y la frustración por no ser capaces de decir lo que realmente sienten nuestros corazones solo nos queda luchar. Pelear con los dientes apretados, con espadas, con arcos, con cualquiera que sea nuestras armas, solo pararse firmes y esperar que las cosas se den de la mejor manera, porque todas las cosas siempre pasan por una razón, y solo un buen final nos espera...