martes, 31 de octubre de 2017

La importancia de hablar...

Los seres humanos nos caracterizamos por poder hacer uso de la palabra para comunicar lo que nos aqueja, lo que nos molesta, lo que nos duele, pero existen ocasiones en las que uno decide callar, y es ahí cuando el malestar inicial comienza a  acumularse, a crecer en nuestro interior convirtiéndose en una cosa, en una maraña de emociones difícil de entender y dominar, cuyo proceso de desenredo es complicado y a veces hasta doloroso por los recuerdos implicados.

Cuántas veces nos hemos visto envueltos en discusiones que empiezan sin ninguna explicación, nacen aparentemente de tonterías y explotan sin control de la nada. En ese instante la mente del ser humano solo busca descargar lo guardado por tanto tiempo, entonces en una jugarreta del destino ante la primera oportunidad, aprovechando tal vez la excusa del "problema" creado recientemente, se comienza con la catarsis. Lo simpático en esa situación es que se quitan en cara cosas que pasaron hace meses, incluso hace años, cosas que tal vez no podríamos recordar de no ser por esta discusión repentina, cosas que en lo personal capaz no significaban nada pero para la otra persona si, cosas puntuales que molestaron pero se dejaron pasar "perdonando". Lo que nos diferencia de los animales es que nosotros para hablar no necesitamos de la violencia y al callar los únicos perjudicados seremos nosotros mismos, lo que importa es la manera en la que nos manifestamos ante los demás.

A mi me enseñaron que no cualquiera puede ofendernos pero si pueden intentar dañarnos, la diferencia esta en el poder que le damos sobre nosotros mismos, de ahí a que lo intenten y si lo llegan a lograr probablemente sera nuestra culpa por permitirlo. Cuando alguien toca un lado sensible de nosotros y no nos gusta, lo ideal seria parar el carro, frenar lo que sucede y dejar en claro que dicha situación no debería de volver a repetirse en un futuro, pero ya vemos que eso no siempre se hace así.

Las personas tienden a ser demasiado orgullosas, por alguna razón no les gusta que sean vistos tal cual son, con sus emociones a flor de piel y se escudan tras una imagen que se esmeran en cuidar, como una barrera que de alguna forma los cuida del exterior, si fueran un postre probablemente serian una Paulova, crujiente por fuera y jugosa/tierna por dentro, justo como la que estoy comiendo ahora con un poco de te. 

Solo cuando una persona deja de lado su orgullo, y decide tener una conversación de adultos es cuando la comunicación se vuelve sencilla, efectiva, ésta fluctúa sin tantos sobresaltos, sin gritos, sin dramas, sin violencia, hablar como gente adulta y civilizada permite dejar de lado el ego y los demás componentes de la personalidad que solo estorban al intentar hablar de forma sincera, solo cuando se entrena en este hábito, cuando ya somos grandes, solo así sera posible resolver los problemas que surgen al chocar con personalidades tan opuestas, similares al ejemplo del agua y el aceite.

Si aprendemos a comunicarnos evitando magnificar las patologías comunicativas, solo allí podremos llegar a un acuerdo con el otro, solo de esa manera podremos llegar a ver con claridad el panorama completo, al ponernos en el lugar del otro podremos entender lo que sucedió, podremos perdonar y finalmente liberarnos de esa carga maldita que con el correr de los días solo se haría mucho mas pesada. Debemos aprender a soltar y dejar ir todo aquello que lejos de ayudarnos a ser mejores, no aportaban nada, ni siquiera conocimiento que al final de cuentas es a lo que deberíamos de apuntar. Aprender siempre algo de todo lo que nos pasa e intentar sonreír incluso cuando el cielo esta gris...